ESPÍRITUS HAMBRIENTOS (YOKAIS): GAKI
Buenas Noches mis queridos lectores. Hoy traemos un articulo relacionado con el relato subido en el día de hoy "HAMBRE", el cual cuenta la historia y la agonía de un hombre japonés que tras su muerte se convierte en un Yokai conocido como "Gaki" o espíritu hambriento.
¿Qué son los Gakis?
Los gaki son, según la tradición budista, espíritus atormentados por un hambre y sed insaciables provocados por sus pecados, generalmente codicia, gula o lujuria. Su aspecto es el de una criatura humanoide con extremidades cortas y delgadas, abdomen abultado y cuello estrecho y largo con el que difícilmente pueden tragar. Sus bocas son pequeñas y sus ojos hinchados y fuera de sus órbitas, carecen de labios y párpados lo que les otorga un aspecto aterrador. Sin embargo la mayoría de ellos son inofensivos, son seres trágicos que están sufriendo y raras veces se inmiscuyen en los asuntos de los mortales.
Viven en un plano de existencia llamado Gakido o mundo de los espíritus hambrientos situado solo un grado por encima del Jigokudo o infierno y dos niveles por debajo del Ningendo, donde habitan los seres humanos, estando entre ellos el Chikushodo o mundo de los animales y el Shurado , un lugar donde se libra una batalla donde los caídos se alzan una y otra vez en una guerra eterna. Así pues un alma que haya padecido los tormentos del infierno y pagado parte de su karma puede ser liberada en el gakido y seguir penando allí. Del mismo modo y como castigo por sus malas acciones en vida puede una persona reencarnarse en un gaki.
Estos seres están divididos en dos grupos: los gaki-sekai-fu que permanecen en el gakido y los nin-chu-fu que deambulan entre nosotros y pueden, a veces, ser vistos. Con respecto a su nivel de padecimiento existen tres grados: los Muzai-gaki que sufren hambre y sed constantemente, nada de lo que coman podrá saciarlos nunca. Gran parte de los que se quedan en el gakido pertenecen a esta clase. Los Shozai-gaki pueden calmar su apetito devorando sustancias impuras (sangre, agua estancada, carne en descomposición, excrementos...). Los más afortunados son los Usai-gaki, pues se les permite alimentarse de restos de las sobras de comida dejadas por humanos o animales así como las ofrendas a los dioses o ante las tablillas funerarias de los antepasados.
Se conocen hasta treinta y seis tipos de gaki dependiendo de su dieta, causa de la transformación e incluso aspecto así por ejemplo aquellos que robaban objetos de valor de los templos acabarían transformados en Jiki-man-gaki que se alimentan exclusivamente de las pelucas con las que se decoran algunas estatuas de los santuarios budistas. Los que donaban comida podrida a monjes o peregrinos regresarían como Fujo-ko-hyaku-gaki que solo comen carroña o aquellos que osaban apropiarse del sake o el arroz sagrados lo harían como Cho-ken-ju-jiki-netsu-gaki que rondan por los cementerios tragando ceniza y restos de huesos de las piras funerarias. Está claro que si alguna vez visitáis un templo budista procurad no tocar nada sin permiso o acabaréis con un nombre muy largo y unos hábitos alimenticios nada saludables.
La mayoría de los gaki están relacionados directamente con la putrefacción y la muerte. Muchas de las enfermedades desconocidas en la antigüedad eran atribuidas a estas criaturas. Se cree que los Shikko-gaki devoraban cadáveres y propagaban la peste y que los Jikki-kwa-gaki o devoradores de fuego podían introducirse en el cuerpo de la gente para robarles su calor. No obstante debido a su particular régimen los gaki suelen rondar por lugares insalubres donde las epidemias ya están presentes y por lo tanto no son responsables de su contagio.
Si el pecado cometido fue leve el gaki podrá adoptar la forma de un insecto, y aunque no se especifique cual es de suponer que se trate de moscas, gusanos o cualquier otro que se alimente de inmundicias y despojos.
Es famoso un suceso acaecido en Kioto hace trescientos años. Un comerciante llamado Kazariya Kyubei regentaba un próspero negocio en la popular Teramachi (lugar de visita obligada situada en el centro de la ciudad, famosa por sus tiendas, templos y animada vida nocturna). A su servicio estaba una joven llamada Tama. Era muy trabajadora y servicial pero descuidaba su aspecto. No parecían interesarle los vestidos, los festivales o los apuestos muchachos que solían pasear por las calles de la capital. Llevaba pelo sucio y sus ropas estaban desgastadas y remendadas.
Un día Kyubei le reprochó su actitud, avergonzada le explicó que tras morir sus padres y al ser hija única sobre ella recayó la responsabilidad de oficiar un funeral digno. Siendo de origen humilde no pudo costear el rito, en lugar de eso guardó las tablillas mortuorias y juró ahorrar hasta reunir las cien monedas de plata que necesitaba. Impresionado por la sinceridad de la chica Kyubei prometió no hablar más de ese asunto y permitió que vistiese como ella quisiera, a la vez que incrementó un poco sus emolumentos.
No mucho tiempo después vio cumplido su deseo y pudo al fin depositar las tablillas de sus padres en el cercano templo de Jorakuji. El monje, sabedor de la historia de la chica solo le cobró setenta monedas así que ella le pidió a la esposa de Kyubei que le guardase las treinta restantes. Poco pudo disfrutar de su obra, el undécimo día del primer mes del decimoquinto año de Genroku Tama abandonó este mundo aquejada de unas repentinas fiebres.
Diez días después del fallecimiento una mosca de gran tamaño entró en la tienda y no paró de incordiar al comerciante. Éste se extrañó de que hubiera moscas durante los meses de invierno. Como Kyubei era un hombre piadoso y devoto budista no le hizo ningún daño, la atrapó y con suma delicadeza la echó fuera pero su esfuerzo resultaron inútiles, el insecto volvía a entrar una y otra vez.
La esposa sugirió que tal vez se tratase de Tama que había regresado.
"Solo hay una manera de averiguarlo" —dijo Kyubei.
Tras cazarla una vez más la marcó con carmín utilizando un finísimo pincel, después la liberó a una distancia considerable de la casa.
Al día siguiente una mosca con un característico color rojo volaba alrededor de la atribulada pareja.
"No hay duda, es ella" —reconoció él.
"Aún conservo sus treinta monedas" —recordó la mujer —"Quizá haya vuelto para reclamarlas, llevémoslas al templo y pidamos a los monjes que recen por su alma".
Una vez dicho esto la mosca se dirigió hacia la ventana y justo antes de salir cayó muerta. Kyubei la recogió y la depositó en una cajita y fueron hasta Jorakuji . Allí el monje les dijo que habían obrado bien. Aceptó el dinero y se ofreció a realizar el ritual del segaki para aplacar al espíritu de la difunta chica. Tras las exequias colocaron la tablilla mortuoria de Tama junto a la de sus padres y enterraron la cajita con la mosca y así pudo al fin reencarnarse de nuevo.
CASOS
PECULIARES
Algunos tipos de gaki merecen una mención aparte. Aunque siguen teniendo el mismo origen su aspecto o comportamiento les diferencia claramente del resto.
Los Jiki-ketsu-gaki o bebedores de sangre son muy agresivos, buscarán víctimas indefensas a los que extraerle el fluido vital sintiendo predilección por los niños y ancianos. Este gaki no acabará inmediatamente con su víctima sino que la irá debilitando lentamente hasta matarla, tras lo cual buscará a otra. No se sabe exactamente cómo se alimenta aunque es posible que adopten la forma de un mosquito. Llamados erróneamente ´vampiros japoneses´ a veces se les confunde con los Shinko-gaki, que se caracterizan por tener la boca repleta de dientes muy afilados, una mala pasada sin duda de la imagen preconcebida que tenemos de su análogo occidental. Se le asocia a la enfermedad de la anemia.
El Yoku-shiki-gaki es el único que presenta un aspecto hermoso y saludable, se alimenta de sexo. Es capaz de cambiar de género a voluntad así como su tamaño o peso y puede colarse por cualquier abertura por pequeña que esta sea para llegar a sus víctimas y yacer con ellas. Una vez satisfecho se transformará en insecto y tratará de pasar desapercibido. Al igual que los bebedores de sangre el objeto de sus visitas se enfrentará a una muerte lenta. En este caso las similitudes con el incubo y el súcubo occidental son evidentes.
Aquellos que en vida utilizaron o comerciaron con venenos acabarán convertidos en Jiki-doku-gaki y buscarán sorber cualquier tipo de sustancia tóxica. Es el único gaki que puede llegar a resultar beneficioso pues es capaz de extraer la ponzoña del interior de los cuerpos y evitar así sus efectos nocivos.
Por último destacar a los Jiki-fu-gaki, comedores de viento y a los Jiki-ke-gaki, comedores de olores. Os dejo a vosotros dilucidar de qué se alimentan exactamente.
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